¿El fin de toda educación debería ser, como creía Platón, abrir el ojo del alma?

ojo del alma

La idea de Platón de que el objetivo de la educación debería de ser ayudar a abrir el ojo interno y no enseñar qué pensar sino cómo pensar es hoy en día especialmente relevante.

La educación es reflejo de la economía y de la ideología predominante de nuestro tiempo. Según los cálculos de la filosofía india más antigua, nos encontramos en el Kali Yuga, una era de decadencia en la que el materialismo impera y los valores y el conocimiento espiritual se pierden gradualmente hasta que la humanidad se destruye , en un proceso cíclico de dimensiones astronómicas.

Uno puede pensar que esta decadencia es una suposición motivada por una visión supersticiosa y conservadora del mundo, que nuestra propia versión de la humanidad, secular-occidental, ha trascendido.

Es una cuestión opinión, pero si uno considera que aquello que marca la evolución, la conciencia y la salud de una civilización tiene que ver no sólo con su dominio y explotación de la naturaleza para incrementar su producción, sino también en su capacidad de crear belleza, cuidar el entorno y vivir en armonía, entonces tal vez la idea de que vivimos en un momento de decadencia merezca mayor atención. Tal vez no sea coincidencia que diferentes culturas han visto al tiempo como un ciclo que se puede dividir en 4 eras y casi siempre fijando nuestro actual curso en una era de decadencia o la era de hierro, según la clasificación de Ovidio de las 4 edades: la de oro, plata, bronce y hierro.

Personalmente, una de las razones por las que percibo cierta decadencia en nuestro tiempo –una opinión que reconozco podría reflejar más mi propia visión del mundo que la realidad esencial del mundo– es que la educación está estrechamente vinculada al modelo económico y por lo tanto a un paradigma tecnócrata en el que las humanidades y las disciplinas que se ocupan de la belleza, la creatividad y la espiritualidad están siendo claramente relegadas. Una persona con una visión más orientada hacia el utilitarismo y el positivismo científico seguramente no vería ningún problema en esto, y tendría buenos argumentos para sostener su posición desde la vanguardia del progreso.

Por mi parte, baso mi argumento, por ejemplo, en el diagnóstico que ha hecho el Dr. Terry Eagleto n, quien ha decidido renunciar a un puesto directivo en la Universidad de Oxford, debido a que según él se espera que sea más un CEO o un administrador que un profesor. Eagleton señala que la educación actual está cooptada por los intereses comerciales del el modelo capitalista; a su vez, las humanidades están prácticamente desapareciendo principalmente porque no generan dinero y prestigio para las universidad como las ciencias y las carreras técnicas. Mi experiencia como alumno en diferentes universidades en otro continente me hace coincidir con Eagleton.

Cuando uno percibe cierta decadencia o cuando detecta cierta desviación es prudente regresar al pensamiento clásico o y recurrir a los “gigantes” del pensamiento humano que en cierta forma son los grandes albaceas de la humanidad. Regresando al origen del “mundo académico”, el cual remite a la Academia que fundó Platón, podemos recodar que la filosofía platónica concibe que el fin de la educación es abrir el ojo de la mente, o el ojo del alma, una forma de percibir desde una profundidad psíquica desarrollada a través de la vida filosófica. En La República, Platón señala que “lo que la educación debería ser, es el arte de la orientación” y que no se debe “implantar una visión” en la mente, sino simplemente enseñar a ver puesto que, como los prisioneros en su famosa cueva, muchas veces ni siquiera hemos desarrollado un ojo (metáfora de la mente o del alma) capaz de distinguir las sombras de la fuente de la luz.

En otras palabras, Platón nos dice que se debe enseñar a las personas a ver por sí mismas o a pensar por sí mismas, a ejercer el ojo interno que les permite discriminar la realidad de las ilusiones. Para el pensamiento platónico, pero también gran parte del pensamiento antiguo, la realidad de la vida está en el alma y no tanto en el mundo material, esto es algo que hoy nos puede causar cierta fricción intelectual, acaso porque hemos desterrado el alma y descalificado su relevancia de toda discusión académica.

San Agustin , basándose en la Alegoría de la Cueva de Platón, nos dice que “la tarea de toda buena educación” es lograr “ver el Sol Inteligible”, para lo cual es necesario un orden y una disciplina. Este Sol Inteligible no es el sol material, sino el sol espiritual: mirar el Sol Inteligible es una metáfora de poner atención y entendimiento en el principio de todas las cosas, en la fuente de fuentes. San Agustín nos dice que para que una persona pueda ver esta luz debe de ir paso a paso, primero poniendo su atención en una luz reflejada en el agua o en algún objeto, luego el fuego, la luna, las estrellas. Hasta llegar al sol, repitiendo un poco lo que nos dice Platón en la alegoría de la Cueva. Ambos describen fundamentalmente el entrenamiento del ojo de la mente o el ojo del alma, para percibir la verdad que yace más allá del velo de lo material.

“Purifica tu alma de todo miedo y esperanza innecesaria en lo que concierne a las cosas de este mundo… rechaza el ego y los apetitos y el ojo interno empezará a abrirse y ejercitar su visión clara y solemne”, dice Plotino (traducido por Thomas Taylor), el gran fundador de lo que hoy conocemos como el neoplatonismo. De nuevo, haciendo énfasis en la importancia de que la visión profundice y penetre la realidad más allá de lo meramente material o aparente.

¿Qué es ese ojo interno? ¿Qué es lo que nos permite ver? Podríamos pensar que se trata del tercer ojo o de la glándula pineal, apoyándonos en algunas tradiciones místicas, o incluso en la extraña pero fascinante idea de que la glándula pineal se forma en la séptima semana en el feto humano , el mismo tiempo en el que se manifiesta el sexo de un bebé y la misma cantidad de días que según el budismo tibetano tarda un alma en reencarnar en otro cuerpo. Pero creo que incluso esto sería reduccionista, si bien existen interesantes paralelos. El ojo interno, ojo de la mente u ojo del alma, en el sentido platónico es la inteligencia humana que participa en la inteligencia divina (el nous), es la facultad de la mente humana que ve más allá del cuerpo y a través de la cual el alma puede percibir la belleza y la verdad, que son imágenes de la eternidad. De manera más moderna y secular, podríamos decir que el ojo interno es lo que nos permite ver por nosotros mismos, desde nuestra individualidad más profunda –desde el ser–, más allá de los programas, improntas y modas culturales. La importancia de abrir este ojo del discernimiento, yace en que de no hacerlo difícilmente podremos ver el mundo de manera auténtica y sin prejuicios. En este sentido podemos retomar la idea de Platón como vital en una educación que formé individuos intelectualmente autónomos. Enseñar no qué pensar, sino cómo pensar.

 

 

Autor: Alejandro Martínez Gallardo

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