Más allá de cuestiones religiosas, la espiritualidad es una de las dimensiones del ser humano más importantes: no se trata de pertenecer a una religión específica, de creer en Mahoma, en Cristo o en Buda, sino de sentir una conexión con nosotros mismos y con el entorno, a partir de lo que le damos significado a las experiencias y sentido a la vida.
Por un tiempo, pudo parecer que a la Ciencia no le interesaban temas como este, considerándolos como subjetivos y no susceptibles de ser abordados a partir del método científico. Sin embargo, en la actualidad, los científicos creen que han logrado identificar las áreas del cerebro humano en las que se registran las experiencias espirituales.
De acuerdo a uno de los investigadores del estudio, llamado Marc Portenza, un neurocientífico de la Universidad de Yale:
“Las experiencias espirituales son estados que pueden tener un impacto profundo en la vida de las personas, por lo que la comprensión de las bases neuronales que subyacen a estas, pueden ser una ayuda para entender tópicos relacionados a la salud mental, la resiliencia, entre otros”.
Específicamente, se entiende por espiritualidad como un sentido de conexión con un ente que va más allá de nosotros mismos, alguna fuerza poderosa que se experimenta como energía, poder superior, deidad o conciencia trascendental. Estas experiencias, si bien son personales, se encuentran arraigadas en todas las culturas a lo largo de la historia, siendo un aspecto importante de nuestra cualidad humana.
No obstante, es poco lo que se conoce a nivel científico sobre estas experiencias, especialmente sobre las redes neuronales que subyacen a estas. Por tanto, fin de someter a prueba el fenómeno, el mencionado neurocientífico, junto a un grupo de investigadores, desarrolló un experimento en el que evaluaron las experiencias espirituales de un grupo de 27 jóvenes.
Específicamente, se les solicitó que desarrollaran una descripción de situaciones en las que hayan experimentado fuertes conexiones con algún poder superior, deidad o presencia espiritual; es decir, la tarea consistía en recordar episodios espirituales de etapas anteriores en su vida, al mismo tiempo en el que se registraba, a partir de métodos de neuroimagen, su actividad cerebral.
En particular, la idea era identificar cómo y dónde se registraba a nivel cerebral la espiritualidad de los participantes. A partir de esto se encontró que, al recordar las experiencias espirituales, los participantes mostraban patrones de activación en el lóbulo parietal inferior del hemisferio derecho del córtex cerebral, el cual está encargado de la capacidad de autoconsciencia y de percepción de los demás.
Igualmente, se pudo observar activación en el sistema límbico; específicamente, se activaron estructuras tales como el tálamo y el caudado medial, las cuales tienen como función el procesamiento de estímulos emocionales y sensoriales.
Si bien los resultados obtenidos no pueden extrapolarse a la humanidad entera, teniendo en cuenta el tamaño reducido de la muestra de participantes, esta investigación permitió profundizar los conocimientos respecto a cómo se experimenta la espiritualidad humana, siendo un punto de inicio para investigaciones futuras respecto a la mente y a la salud mental; sobre esto, Portenza, pone de manifiesto:
“Nuestra comprensión empírica respecto a cómo las experiencias espirituales son mediadas por el cerebro puede facilitar la integración juiciosa de la espiritualidad en el tratamiento y la prevención en áreas relacionadas a la salud mental”.
Fuente:Neural Correlates of Personalized Spiritual Experiences (2018). 10.1093/cercor/bhy102.