La Dra. Clorinda Arias Álvarez, del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de Méjico), ha constatado que los ácidos grasos poliinsaturados, es decir, los omega 3 que se encuentran en alimentos como el salmón y el aceite de oliva son componentes fundamentales que ayudan a mantener la plasticidad del cerebro.
Pero ¿qué es la plasticidad del cerebro? La plasticidad cerebral se refiere a la capacidad del sistema nervioso para cambiar su estructura y su funcionamiento a lo largo de su vida, como reacción a la diversidad del entorno. Aunque este término se utiliza hoy día en psicología y neurociencia, no es fácil de definir. Habitualmente se refiere a los cambios a diferentes niveles en el sistema nervioso, desde eventos moleculares, como los cambios en la expresión génica, al comportamiento etc.
Los alimentos , además de al organismo, también benefician o perjudican a nuestro cerebro aunque rara vez somos conscientes de ello. Además del pescado azul hay otros muchos productos de la tierra y el mar como las semillas de chía o de lino, la yema de huevo o el marisco que nos aportan Omega 3, también se encuentra en la lechuga, el brócoli y los frutos secos, por ejemplo. Son muchos los alimentos que podemos incorporar a nuestra dieta, dependiendo de los gustos personales, y su consumo consciente beneficiará a nuestras funciones cerebrales tan importantes para una vejez lúcida..
Afirma esta doctora que el ejercicio físico es básico para producir moléculas que mantienen estados de adecuado funcionamiento cerebral, además de que se deben evitar dietas nocivas para la salud que pueden tener repercusiones incluso a nivel cerebral.
Junto con su equipo de investigación trabaja en la relación de la nutrición y el funcionamiento del cerebro, pues se ha visto que existen ciertos factores de riesgo metabólicos para propiciar un envejecimiento patológico y alteraciones de la cognición. De esta manera, desarrollaron un modelo paora identificar cómo impactan a nivel cerebral las condiciones que producen resistencia a la insulina debida a dietas altas en grasas y azúcares.
La doctora Arias, explicó que si una persona consume una dieta alta en grasa y azúcar durante varios meses podría sufrir cambios reversibles, pero que de prolongarse pueden contribuir al decaimiento cognitivo durante el envejecimiento.
Existen grupos de investigación que han demostrado que dietas altas en grasas y azúcares alteran el desempeño en tareas de memoria de trabajo, conocida como memoria a corto plazo, pero no se había aún descrito el efecto de este tipo de alimentación a corto plazo en el hipocampo.
Añadió que es importante conocer si es posible la irreversibilidad de estos fenómenos, con el fin de poder desarrollar estrategias de nutrición y terapéuticas, así como encontrar qué condiciones a lo largo de la vida de un sujeto pueden ponerlo en una situación de riesgo y llevarlo a un envejecimiento patológico.
Para más información: https://www.cognifit.com/es/plasticidad-cerebral