Cuando compartes espacio con los demás en nuestra sociedad, supuestamente avanzada, sociedad del siglo XXI en la que tecnológicamente ya somos el no va más con los grandes beneficios que eso supone para facilitar nuestra vida diaria; observo que el comportamiento de ciertas personas, en hechos muy simples, nos puede llevar a cotas de sensibilidad que enriquecen nuestro existir y constato que el ser humano puede ser refinado exquisito, honrado y considerado o por el contrario; maleducado, sucio, egoísta y aprovecharse de los demás y del entorno. Cuidar o no cuidar los lugares a los que acudimos y las personas con las que nos encontramos, esa es la cuestión.
Me explico: la buena educación es un valor muy tangible que ayuda a que las relaciones fluyan. La amabilidad es un valor que alegra la vida de los demás y la nuestra propia. Ir por la vida cuidando lo que se dice, lo que se hace y siendo considerados con los demás y con nuestro entorno procura ya una felicidad, un bienestar y un equilibrio que nos beneficia e incluso nos aporta salud.
Y os voy a contar un ejemplo verídico que he presenciado en los últimos días y que me dejó estupefacta y supone una gran contradicción con lo anteriormente expresado. El hecho que os voy a relatar ocurre en una localidad cercana a Madrid; en concreto en el Heron City los cines de Las Rozas, donde aparecen a ver la película de acción; Objetivo: Washington, unos 10 o 12 adolescentes que ocupan casi una fila entera del cine. Un poco revueltos, entre risas y hablando entusiasmados. Se apagan las luces y empieza la película. Hasta ahí todo normal. Al terminar la proyección se encienden las luces y los chavales salen de la sala. De pronto aparece el desastre y las personas de las filas posteriores comprobamos con estupor como el suelo de la fila donde se encontraban aparece convertido en un auténtico basurero: lleno de palomitas tiradas y pisadas, latas de bebidas, papeles, vasos de cartón… una alfombra de desperdicios que han desparramado en el poco tiempo que dura una película.
Ni que decir tiene que, por supuesto, el cine tiene unas inmensas papeleras donde depositar los restos de las consumiciones una vez terminada la película. Sentí, sentimos, varias personas que vimos semejante desidia y bestialidad, una especie de decepción mezclada con rabia e impotencia, tristeza, ante esta decadencia.
Adolescentes embrutecidos, con cero respeto hacia los empleados de mantenimiento de las salas, cero respeto a los siguientes espectadores que iban a ocupar esos asientos en la próxima proyección, cero respeto a las buenas instalaciones de las que disfrutan, a sus encargados y dueños, cero respeto a sí mismos y a los demás. Unos maleducados incapaces de la más mínima sensibilidad y empatía, unos maleducados que habrá que ver lo que hacen en sus casas, unos “cerdos” y unos “salvajes” (en la peor acepción de ambos términos que nada tienen que ver con el animal ni los indígenas, aclaro). En definitiva un horror.
Por supuesto que quiero pensar y pienso que se trata de una minoría, que nunca he presenciado nada parecido y que espero que esta Carta sirva para dejar constancia que este hecho especifica lo peor del ser humano que no es lo contrario de lo mejor porque el bien,- como decía Krisnahmurti- “el bien no tiene opuesto” ni escalas, no hay dualidad. Lo que está mal está mal y es otra cosa.
Por Elena Carrera
Directora Tu Nueva Información