España a la cabeza de los cultivos transgénicos que no respetan el ADN de las plantas

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Foto de Getty Images

Somos el país de Europa con la mayor cantidad de hectáreas dedicadas al cultivo de transgénicos, para sorpresa de cualquier español que no esté informado de esta realidad. El 12 de junio de 2014 no ha sido una buena fecha para el sector agrícola ya que el Consejo de Ministros de Medio Ambiente de la Unión Europea ha firmado un documento que en el mejor de los casos es paradójico, y cambia las reglas respecto a la forma de tratar en Europa la agricultura transgénica.

 A partir de ahora, los estados nacionales podrán prohibir el cultivo de maíz o soja transgénicos, si bien tendrán que justificar su prohibición. La paradoja de este permiso para la prohibición” es muy sutil. Lo que aparenta ser un mecanismo para dotar de decisión a cada país, puede ser en realidad el abandono de una política común llevada a cabo durante dos décadas.

Bajo la nueva ley, será ilegal cultivar, reproducir o comercializar cualquier semilla vegetal o árbol que no haya sido probado y aprobado por una nueva “Agencia de Variedades Vegetales de la UE”, que va a elaborar una lista con las plantas autorizadas. Por otra parte, se debe pagar una tarifa anual a la Agencia para mantener esas semillas en la lista, y si no se paga no se pueden cultivar.

Después de muchas protestas e intensas presiones por parte de grupos de consumidores, pequeños agricultores, bancos de genes, e incluso algunos gobiernos de los Estados miembros, se han hecho algunas modificaciones de última hora, que han reducido algo el impacto.

Las concesiones de última hora, debido a la presión pública, son las siguientes:

* Los jardineros están autorizados a guardar e intercambiar semillas no aprobadas sin que por ello se infrinja la ley.

* Individuos y pequeñas organizaciones pueden proveerse de semillas de hortalizas no aprobadas, siempre y cuando tengan menos de 10 empleados.

* Los bancos de semillas pueden guardar semillas no aprobadas, sin que por ello se infrinja la ley.

* En una futura legislación ( sin especificar cuándo) se regulará las semillas aptas para la agricultura ecológica.

España y los transgénicos

Los efectos en la salud y el medioambiente de los cultivos transgénicos se desconocen. Tras esta paradójica decisión, los dos gigantes de los OMG (Organismos Modificados Geneticamente), la norteamericana Monsantoy la suiza Syngenta, son las dos compañías más importantes. La que viene a continuación es una historia prácticamente desconocida.

Durante veinte años, Europa ha presentado un bloqueo constante a la propagación de organismos genéticamente modificados en la agricultura, de los que se conoce muy poco, y los cuales el ciudadano formado rechaza instintivamente.

España es el único país que tiene una superficie significativa dedicada a los cultivos transgénicos. Hay países que ya han prohibido con rotundidad la siembra de estas semillas, como es el caso de Francia y Polonia ya que los transgénicos son la industria agroalimentaria más impopular en la práctica totalidad de Europa.

Véase, por ejemplo el comunicado emitido esta semana por el Ministerio de Agricultura francés:

«Según datos científicos fiables y muy recientes investigaciones internacionales, el cultivo de semillas de maíz MON 810 presentaría graves riesgos para el medio ambiente, así como peligro de propagación de organismos dañinosconvertidos en resistentes»

España, muy al contrario que el país vecino, ha incrementado en 2013 la superficie dedicada al cultivo de maíz MON810 hasta la 136.000 Hectáreas. Esta controvertida variedad de maíz está diseñada para combatir la plaga del taladro. Quizá lo más peligroso de todo esto es que prácticamente nadie en la calle conoce esta situación.

Sucede, además, que la MON810 solo es cultivada en otros tres países: Portugal dedica una superficie de 1.000 Ha; República Checa y Eslovaquia tienen cultivos a la baja después de las advertencias científicas y las prevenciones de orden financiero y económico. ¿Por qué España está cultivando este maíz?

Medias verdades sobre las semillas

Hay quienes defienden que los organismos genéticamente modificados suponen un ahorro de costes para los agricultores. Se basan para esta afirmación en que el menor uso de insecticidas para las plagas permite reducir dichos costes.

Lo cierto es que esa diferencia muy discutible a nivel ambiental, puesto que si no se usan insecticidas es que el propio cultivo se ha convertido en uno de ellos, es absorbida ampliamente por la diferencia de precios en las semillas. Porque las semillas son más caras, entre un 20 y un 30% más cara, pero es que además vienen con un regalo envenenado: una técnica denominada Tecnología de restricción del uso genético (TRUG) vulgarmente denominada “Terminator”, que permite la producción de semillas suicidas.

Es decir las semillas saldrán programadas para nacer una sola vez, haciendo que su descendencia sea estéril, para evitar que el agricultor las pueda volver a sembrar sin ningún coste. Las consecuencias de esta tecnología están siendo desastrosas. En India, en los últimos cinco años, esta realidad ha sido devastadora entre los agricultores que no pueden hacer frente a los préstamos para usar las semillas, y además se ven incapaces de replantar sus propias semillas para, al menos alimentar a sus familias

Por último, la creencia de que la modificación genética permite burlar a la naturaleza es tan burda como peligrosos pueden ser sus efectos. En el caso del taladro, endémico en la región del Ampurdá, el uso de la variedad MON810 ha generado insectos superresistentes tanto a la modificación como a los pesticidas, lo que abre vías insospechadas para nuevas enfermedades y epidemias.

En eso consiste el comunicado del Ministerio Francés de Agricultura. Porque a cada modificación genética artificial la naturaleza le responde con una nueva modificación, haciendo resistente al organismo al que se pretende eliminar.

En España debe ser la sociedad civil, una vez más, la única que puede detener esta situación. Primero conociendo lo que está pasando, para empezar a actuar. Y después, negándose a comprar y a consumir transgénicos. La mayoría de los países de Europa ya lo ha hecho.

Por Letra Dos 



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