Hay estados de ánimo bajos por las fiestas navideñas o por la cuesta de enero, por cumplir años pero no son depresiones. La depresión es una cosa muy seria, una enfermedad mental, lo demás es eso a lo que hemos dado en llamar “depre”. “Estoy depre”, solemos decir, para expresar que estamos cansados, aburridos, dolidos, preocupados, nerviosos, alterados, de mal humor, porque tenemos problemas familiares…
Y lo mismo ocurre con la ansiedad, que es la otra cara de la moneda de la depresión. En España millones de personas sufren depresión, y millones de personas se vieron afectadas por trastornos relacionados con la ansiedad según datos de la O.M.S
Los trastornos de ansiedad son la pandemia silenciosa del Siglo XXI. Las cifras revelan que nueve de cada diez españoles (96%) han sentido estrés en el último año, y cuatro de cada diez (42,1%), lo han hecho de manera frecuente o continuada, porcentaje que equivale a casi 12 millones y medio de españoles (12.413.000). En función del género y edad, el estrés se presenta en mayor grado en los menores de 45 años, principalmente entre las mujeres (48,7% frente al 31,5% de los hombres). Estadísticas que aumentan constantemente – según el último estudio de Cinfasalud-.
¿Qué hacer con estas escalofriantes cifras que significan que muchos de nosotros sufrimos, estamos alterados, nos sentimos desamparados, agobiados, con una extrema preocupación por la situación económica, por motivos laborales o familiares?
La epidemia es muy preocupante, por un lado, porque nos invalida pero, por otro lado, puede ser el principio de un cambio de vida. Muchas personas que he conocido, que sufren depresión o ansiedad han cambiado de vida radicalmente o han cambiado hábitos tóxicos. Es una alerta del organismo que nos avisa de no ir por el buen camino que es una senda más amable y saludable, más tranquila y que nos permite disfrutar de la vida.
Los primeros síntomas de la depresión son no dormir y pensamiento negativos. La ansiedad se manifiesta con un aumento de la tensión muscular, preparación para actuar con rapidez y agilidad, incremento del pulso y la tensión, más sangre llega a los músculos, al cerebro y a los pulmones etc. Se trata de mecanismos fundamentales para asegurar nuestra supervivencia ante situaciones límite.
El problema es que cuando estos síntomas aparecen fuera de su contexto ante estímulos no justificados y presentan un carácter intenso, recurrente e incapacitante para el propio individuo son muy nocivos. Muchas personas acaban percibiendo algunas situaciones concretas y actividades cotidianas como fuentes de auténtico pánico o terror y las respuestas de ansiedad, en un principio adaptativas, acaban convirtiéndose en profundamente patológicas. Es como si nos persiguiese un animal salvaje; el organismo reacciona activando todas sus defensas, incluso se prepara para correr el doble de lo que podríamos hacerlo en condiciones normales.
Estemos atentos y preocupémonos tanto por nuestra salud física como por la salud mental y no nos expongamos constantemente a situaciones que emocionalmente nos superan.
Por Elena Carrera
Directora Tu Nueva Información