Hasta ahora sabíamos que practicar meditación era útil para el ser humano, pero sólo desde hace unos años se están demostrando sus beneficios de manera científica. Uno de ellos es controlar el dolor. Una de las primeras encuestas data de 2007 y se hizo por el gobierno de Estados Unidos revelando que casi un 10 por ciento de los estadounidenses había practicado las milenarias técnicas de meditación en el último año. Desde entonces cada vez son más las instituciones, revistas y profesionales de prestigio que ponen sobre la mesa su utilidad.
La clave de este éxito radica en que la meditación actúa a distintos niveles cerebrales al mismo tiempo, por lo que no se puede ceñir su acción a un solo punto del cerebro sino a varias áreas-, como demostró la Universidad Wakeforest en Carolina del Norte, en un estudio publicado en la revista The Journal of Neuroscience. Las imágenes cerebrales mostraron una reducción del 40 por ciento del dolor aunque como destacaron los autores en su día, dirigidos por Fadel Zeidan, la media está por encima del 25 por ciento de reducción del dolor que se logra habitualmente con la morfina.
Concretamente las resonancias mostraron el descenso de la actividad somatosensorial primaria, implicada en la intensidad con que se percibe el dolor al tiempo que aumentaba en otras regiones implicadas en procesar la información que llega al cerebro.
Gracias a unos minutos de meditación al día también se aminora el dolor crónico porque puede cambiar la percepción mental del dolor, y verlo como una llamada del cuerpo y el cerebro para activar todos aquellos mecanismos que puedan enfrentarnos a esa dolencia que, aunque crónica, puede cambiar de tal manera que nuestra calidad de vida mejore.
Especialistas como la Premio Nobel de Medicina en 2009, Elizabeth Blackburn, alaban las bondades de la meditación como parte, por ejemplo, para lograr una mayor longitud de los telómeros. Estos extremos de los cromosomas protegen el ADN pero se van acortando con la edad, lo que hace que el cuerpo se deteriore poco a poco y aparezcan las enfermedades. Algo similar si nos abandonamos al dolor crónico. «La mente y el cuerpo no están separados. El cerebro tiene una gran influencia en la fisiología del organismo a través de hormonas. Se sabe que el pesimismo y el estrés provocan cambios muy tangibles en el cuerpo. De hecho, en investigaciones se ha descubierto que las personas que sufren estrés crónico, una de las consecuencias de ese dolor permanente, tienden a tener telómeros más cortos y la meditación puede ayudar en este sentido», apunta la premio Nobel de Medicina.
Haciendo unos minutos de meditación cada día; poco a poco se notan mejoras, y se puede convertir en un hábito saludable de nuestra rutina.