Nuestros ojos son las ventanas que nos comunican con el entorno y curiosamente también las compuertas que nos aíslan de ese mundo externo. Abriéndolos o cerrándolos nos conectamos o nos desconectamos a lo de fuera.
Al cerrar los ojos nos abrimos a nuestro interior y ese es un estado que habitualmente nos proporciona paz, quietud, bienestar.
Cerrar conscientemente nuestros ojos de vez en cuando durante el día o en situaciones de nerviosismo, tensión o estrés nos saca automáticamente de la escena que estemos viviendo y nos comunica con nosotros mismos al instante. Y es esa mirada que nace de nuestro interior la que de verdad ve los hechos no la que los interpreta, la que constata cómo late tu corazón o qué pensamientos, sentimientos y emociones te están atrapando y es bueno verlos porque no acostumbramos a hacerlo.
Vivir hacia fuera hace que nos dejemos llevar por todo y es agotador, de hecho la vida excesivamente proyectada hacia lo externo es la causante de las depresiones, la ansiedad y el estrés . Parar y cerrar los ojos nos hace “ver” la realidad interna y nos tranquiliza porque somos conscientes de cómo nos está afectando determinada situación que nos trae la vida, nos saca de la escena para comprenderla.
Ver de frente lo interno y lo externo que en realidad es la misma cosa, un mismo movimiento, por así decirlo, es la única manera de conocernos. Ver de verdad cómo nos afecta la relación que tenemos con cada persona que aparece en nuestra vida nos está hablando de nosotros mismos. Fijarnos en nuestra vida nos va a ayudar a descubrir el color de nuestro subconsciente que actúa sin que nos demos cuenta.
Buscar pistas sobre nosotros mismos y nuestro psiquismo sería la mirada adecuada porque entonces se revelaría quiénes somos. Convertirnos en los Sherlock Holmes de nuestro pensamiento repetitivo y ¡zas! cazarlo. Descubrir todas sus tretas, las mil y una salidas que ingenia el ego para enredarnos. Así se manifiesta de manera clara quien es ese gran desconocido que todos llevamos dentro porque ya lo dice nuestra tradición “no hay más ciego que el que no quiere ver”.
Cerrar los ojos al exterior es encontrarnos con el infinito Ser interno que somos y traspasando barrera tras barrera pensada nos toparemos con la plenitud que siempre está ahí y es nuestra verdadera naturaleza.
¡Feliz otoño amigos!
Elena Carrera