La vida es un inmenso tesoro que hay que saber agradecer y valorar

La vida es un misterio en sí misma, mucho más que lo que ven nuestros ojos. A veces la tradición popular hay que saber aplicarla bien. En este caso la frase “si no lo veo, no lo creo” hace referencia precisamente a cómo nos superan muchos hechos de la vida cotidiana que no son racionales, que no tienen explicación. Y aquí se puede utilizar otra frase hecha: “La realidad siempre supera la ficción” y es que la realidad que vemos no es tan real y hay que empezar a cuestionarla. Desde que existe la física cuántica esto es un hecho porque es la demostración científica de que hay mucho más que la realidad material que percibimos con nuestros sentidos físicos.

 

Todos vamos en pos de la eterna juventud y hay que decir que la vida se aprovecha mejor cuando se tiene un alma eternamente joven, sin importar la edad cronológica y solo es joven aquel que tiene la capacidad para vivir en el momento presente, plenamente y sin pensar en estar en otra parte.

De hecho, se debe empezar cada día con lo que se tiene, que siempre es mucho cuando se está vivo. No hay que olvidar que el tiempo de cada ser humano es limitado y que la vida es un tesoro que hay que saber agradecer y valorar. Qué triste es darse cuenta que se ha desperdiciado la vida.

La eterna juventud es prestar atención plena a cualquier cosa que suceda en el momento presente y, sobre todo, cuidar de uno mismo con una alimentación balanceada, ejercicio físico regular, un sueño reparador y un trabajo satisfactorio.

No está de más llenarse siempre de respetuoso asombro y mostrar gratitud con enfoque en lo que se tiene y no en lo que falta, para evitar el envejecimiento físico, el cual, por lo demás, es menos espinoso que el declive del alma.

Vida sencilla, activa y enfoque sagrado de la realidad

Hay quienes, con edad cronológica avanzada, son felices y se consideran jóvenes de por vida. La clave es empezar a verse como un alma con un cuerpo, en lugar de observarse como un cuerpo con un alma, interpretando las señales que la edad como condecoraciones al valor a las que hay que honrar y trascender. El alma es esa parte de uno mismo que nunca envejecerá.

Como decíamos, pocas cosas en la vida son lo que aparentan ser y muchas de ellas resultan ser lo contrario. No hay que darle importancia a la inagotable propaganda actual que glorifica la eterna juventud. La única juventud que debe exhibirse siempre es la del alma, que no es más que el nivel de consciencia, el cual nunca envejece. Solo debemos contemplarlo todo desde el interior, sin juzgar a los demás por las apariencias.

Cuando conocemos a otras personas ¿por qué no examinar sus rasgos de bondad y amabilidad, aunque a primera vista no pueda detectarlos? Hay que resistir la tentación de hablar de los rasgos externos en los que habitualmente, por nuestro condicionamiento, nos han enseñado a fijarnos. Deberíamos limitarnos a hablar de otros en base a su belleza interior y negarnos a participar en conversaciones que pongan el acento en sus aspectos físicos o más negativos. La murmuración es algo a desechar, a abandonar porque perjudica nuestra psique y pone el acento en lo que precisamente debemos evitar. Somos muy poderosos y donde ponemos nuestra atención se moviliza la energía.

Observar la mente, ese caballo a veces desbocado

Pongamos el foco en el alma inmortal en lugar de hacerlo en el cuerpo que la contiene. Esto nos permitirá prestar atención plena al momento presente y alimentar nuestra alma, incrementando los niveles de consciencia. No juzguemos a los demás y, cuando estemos tentados a hacerlo, recordemos que todos los seres humanos actúan desde sus propios niveles de consciencia.

No cabe duda que la calidad de cada nivel de consciencia determina el grado de nuestra presencia en el eterno ahora. La lozanía del alma se mantendrá en la medida en que una persona evite las críticas, quejas o lamentos.

Por ello, lo recomendable es rodearse de aquellos seres que impulsen a crecer y a ser mejor, que posean las virtudes que queremos ver manifestadas en nuestra vida. El mejor alimento para el alma es vivir con el pensamiento en el presente, esto es, aquí y ahora. Para vivir en el presente resulta ineludible cultivar cinco virtudes: el amor, la serenidad, el silencio, la alegría y la verdad.

Todo el mundo sufre contratiempos en la vida. Cuanto más numerosos son, más aprende y madura cada persona. No hay ningún problema del que no podamos obtener algún aprendizaje. Vivamos de tal forma que, al mirar hacia atrás, no nos lamentemos de haber desperdiciado nuestra existencia.

Fuente:https://www.cinconoticias.com/lifestyle/

 

 

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