La bondad, la armonía, la plenitud en la vida pasan por el conocimiento de uno mismo. Mientras no haya un mínimo conocimiento del yo, de nuestro ego y sus mil caras es muy difícil que se den la bondad y la armonía porque estas se derivan, son la consecuencia, de la consciencia.
Comprender nuestra condición humana es ver nuestro pensamiento, nuestras emociones y todos los traumas y bloqueos que nos condicionan y eso es mucho ver porque habitualmente evitamos ese encuentro con nosotros mismos. ¡Craso error! Debemos mirar o mejor habría que decir “contemplar” esa realidad interna para que pueda diluirse.
“Conócete a ti mismo” es la frase que está grabada en piedra en el famoso Oráculo de Delfos donde acudían los griegos en la antigüedad a consultar al dios Apolo. Cualquier cambio en nuestra vida pasa por conocernos a nosotros mismos y eso sólo podemos hacerlo por medio de la observación silenciosa de nuestro pensar y sentir. También contemplando nuestras relaciones con los demás, ellos son espejos que nos muestran lo más profundo de nosotros mismos.
Las energías que nos mueven son parte de nuestro ADN , una herencia genética con paquetes de datos que conforman nuestro cerebro, nuestras ideas, nuestro mundo emocional. Hay que ver los barrotes de esa cárcel como en el Mito de la Caverna de Platón donde los prisioneros viven en el mundo de las sombras, nosotros también estamos atrapados en nuestro propio condicionamiento, repitiendo siempre los mismos patrones en diferentes experiencias. ¡Mírate, date cuenta de ello!.
La diferencia entre un hombre sabio y por tanto bueno y otro que no lo es radica en haberse dado cuenta de esta realidad en su vida. La luz de la conciencia es darse cuenta de ello; la bondad, la armonía y la paz son una consecuencia de haber despertado y estar más allá del estado habitual en que vive un ser humano inconsciente . El silencio, el contacto con la Naturaleza y la introspección son las herramientas para comprender nuestra esencia y situarnos en ella, poder vivir desde ella y salir del engaño de “matrix” a un mundo de plena consciencia y por tanto de lucidez.
Nunca te olvides que nuestra verdadera condición es la luz y nuestro cometido reflejar esa luz en nuestra vida diaria. La plenitud interna vendrá sola y no te cabrá la más mínima duda de estar transitando por el camino correcto.
Por Elena Carrera
Directora Tu Nueva Información