Reflexiones sobre nuestra alimentación

Costumbres saludable

Un buen día me tropecé con una frase o mejor dicho un principio de Hipócrates que rezaba: «que tu medicina sea tu comida», y me tentó la curiosidad de investigar el significado de tal aserción.

Nunca anteriormente había cuestionado mi modo de alimentarme y por supuesto tampoco las consecuencias que podrían derivarse del mismo, ya que como la inmensa mayoría, había aceptado pasivamente patrones al respecto heredados por mis ancestros que a su vez aceptaban sumisamente las costumbres también heredadas por los suyos.

Decidí investigar la relación entre la salud del cuerpo y los alimentos como combustible del mismo, así como la relación entre un alimento natural y el «mismo», una vez manipulado o procesado hasta llegar a las estanterías de las tiendas o mercados, y comencé a darme cuenta de que el procesamiento destruía una cantidad inmensa de principios vitales y añadía una miríada de conservantes, estabilizantes, edulcorantes, espesantes, colorantes; en fin, una inmensa lista de …antes ocultos o, enmascarados bajo la apariencia inofensiva de e- xxx.

Una práctica que muy bien saben las industrias no dañará nunca sus intereses porque son una minoría los que como yo (gracias a Dios) tuvieron la fortuna de tropezarse con Hipócrates o con otra pista informativa relevante, los demás, la inmensísima mayoría nunca cuestionarán nada y seguirán sumidos en ese estado hipnótico de consumir lo que se les ponga por delante no importa cuán adulterado tome el alimento con respecto al natural. Vamos que o uno despierta o tal y como se trata hoy a los alimentos será «carne de cañón» dentro de unos cuantos años de acumulación de aditivos infames para la fisiología del ser humano.

Lo que va siendo cada vez más evidente es que a la verdadera información solamente se puede acceder cuando se eleva el nivel conciencia del individuo y éste le motiva a ver o ir más allá de lo asumido por hábito

Así que surgen las preguntas ¿ha evolucionado el cuerpo para metabolizar adecuadamente toda una serie de «alimentos» en cuya composición se incluye tanto aditivo químico? O ¿es este tipo de alimentación producto de la degeneración de una sociedad abocada a la constante prisa que cada vez requiere de una alimentación preparada por las industrias para ahorrarnos tiempo y poder dedicarlo a las preocupaciones cotidianas?, ¿qué papel representa la información masiva incitando a la alimentación procesada?, ¿qué hay detrás de esta hipnosis masiva, incluso diría de dimensiones insospechadas?

Bien, si hacemos uso del sentido común sabremos de inmediato que no nos alimentamos de lo que comemos sino de lo que asimilamos de aquello que comemos. Por ejemplo, nos dicen que un vaso de leche tiene tanto o cuanto calcio o proteína, pero no nos dicen que cantidad de esos principios vitales son realmente asimilables por el ser humano o el desgaste que genera la digestión de esa leche de vaca, quizás 10 almendras contienen mucho más calcio asimilable que un vaso de leche generando un desgaste mínimo en el proceso de digestión y ahorrándonos la toma indirecta infinidad de medicamentos inoculados a las vacas en los establos.

Seguiré en próximas ediciones atreviéndome a compartir estas humildes reflexiones, por ahora me quedaré con estas máximas a considerar detenidamente:

Que tu alimento sea tu medicina, que tu medicina sea tu alimento.

No nos nutre lo que comemos, nos nutre lo que asimilamos.

 

Joaquín Fabra

 

 




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