A veces las acciones de otros nos superan tanto que nos asustan y en lugar de reaccionar contra ellas, te acabas poniendo del lado del que ha llevado a cabo una acción que te perjudica, que te daña. Te pones del lado de la persona que te ha dañado por varios motivos: por impotencia, porque te bloqueas, porque te sobrepasa su acción y no sabes cómo responder a ella. Cuando nos agreden ya sea física, psicológica o verbalmente podemos quedarnos paralizados de puro miedo ¿Sabéis de lo qué os hablo?
Estos estados los sufren las víctimas de cualquier tipo de acoso o agresión en mayor o menor grado. Como no conciben lo que está pasando, a veces incluso se ponen del lado del verdugo. Pasa en el maltrato y hasta en un secuestro con el archiconocido síndrome de Estocolmo que, como todos conocéis, es exactamente eso y ya está tipificado. Pasa cuando invaden tu intimidad como un vecino que se salta la ley a la torera y te hace una construcción que no debe, pasa en las parejas, en los trabajos, en la política, en las relaciones sociales.
Cuando alguien se sobrepasa y te agrede, te acosa, no cumple con sus deberes, se salta las leyes etc, crea una situación tremenda, crea la causa para que a partir de ahí los efectos empiecen a multiplicarse en desórdenes de todo tipo. Muchas veces, como las víctimas no quieren ponerse a la altura de los verdugos, callan y sufren en silencio estas situaciones profundamente injustas y quedan reducidas a vivir en el aislamiento y el miedo, en el horror. Porque a la vergüenza de padecer, a veces día a día a su atacante sin poder hacer nada, de padecerlo por su disposición a no complicar más las cosas se somete, sobre todo si está en juego su trabajo o hay hijos de por medio o por no dar la nota en comunidad de vecinos o en la sociedad en la que vive, pero esa no es la solución. No lo es, amigos.
Hay que observar bien qué pasa y hay que defenderse, también hay que sacar la ira contra el verdugo, la ira es una reacción que se produce en muchas ocasiones porque se ha violado una ley moral, es mejor hacer frente a la situación desde el principio porque si no, esa misma ira se puede llegar a convertir en odio y violencia. Pero hay que saber gestionarla bien porque la ira es un motor para el cambio.
A pesar de ser situaciones muy complicadas hay que observar y actuar de forma inteligente, aquietar la mente y las emociones, contar lo que nos está pasando a los allegados, ya sean familia o amigos íntimos, consultar con un profesional: psicólogo, coach, orientador, terapeuta. Pedir ayuda es fundamental. Reconocer que nuestra implicación en el asunto puede necesitar de una visión y una inteligencia externas de alguien de nuestra mayor confianza. De esta manera ir dando los pasos necesarios para salir de la situación porque no hay que permitir de ninguna de las maneras estas actitudes dañinas, no hay que permitir que el hombre sea un lobo para el hombre.
En esta sociedad tan compleja debemos adoptar soluciones sencillas de manera serena y meditada. La vida nos lanza un reto enorme cuando sufrimos este tipo de situaciones y hay que hacer lo posible y lo imposible por resolverlas, barajando todas las posibilidades, sí, pero es imprescindible defenderse no aliarse con el agresor porque entonces estaremos entrando en una dinámica de efectos impredecibles. ¡No dejéis nunca que nadie os lastime!
Por Elena Carrera
Directora Tu Nueva Información