Me comentan que lo último en las grandes empresas, en multinacionales o en empresas muy competitivas es haber creado grupos de Whatsapp que se comunican en domingo para planificar las tareas del lunes o de la semana siguiente. ¡Trabajar, trabajar y trabajar! parece ser el nuevo lema de este milenio muy al contrario de lo que se predecía a finales del siglo XX. Con el desarrollo tecnológico se auguraban jornadas laborales reducidas y tiempo de ocio y de expansión para el ser humano. Se auguraba una nueva civilización democrática, la sociedad del bienestar etc. ¡Ja! Me pregunto ¿qué ha pasado en menos de 30 años para que el trabajo se haya convertido en la nueva esclavitud del siglo XXI?
Hay que cuestionar el mundo laboral. Propongo una reflexión sobre este asunto que tiene secuestradas a la inmensa mayoría de las personas en edad laboral y ha creado una sociedad que lejos de evolucionar en consciencia, para lo que se necesita tiempo y espacio en libertad, está todo el día activa cediendo la vida entera a su empresa. Su cerebro y toda su atención, su capacidad mental pertenecen y están siempre a disposición de la empresa, “sine die”. No hay tiempo para pasear tranquilamente, contemplar puestas de sol, observar lo que nos rodea, mirar en nuestro interior, comprender toda nuestra complejidad, escuchar el canto de un pájaro o simplemente no hacer nada. Porque en ese supuesto no “hacer” nace el verdadero “ser” ese mero existir en el presente en armonía con nosotros mismos y con nuestro entorno.
Antes, en los años sesenta y setenta, había un cabeza de familia.- entendiendo por ese término una persona en la familia que trabajaba-, ahora hay dos: hombre y mujer para, en muchos hogares, no llegar a fin de mes. Y con esos horarios interminables que han minado a las familias robándoles lo más sagrado: el espacio y el tiempo compartidos. Cada uno vive en su mundo individual y las relaciones son las perjudicadas. La comunicación de tú a tú, en cuerpo, mente y espíritu es primordial en la vida y estamos tan necesitados de ella, verse, estar en presencia de alguien no vía móvil o e-mail.
Si un ser humano no tiene esto, no tiene tiempo para él mismo y los suyos, no tiene nada. Es en ese tiempo y espacio cuando el cerebro se vacía, la mente se expande y se viven emociones como el afecto o la cercanía. Y es entonces, solo entonces, cuando accedemos a nuestras máximas capacidades de inteligencia, creatividad y comunicación.
Planteároslo, queridos amigos, la sociedad está tomando una deriva que nos perjudica a todos.
Por Elena Carrera
Directora Tu Nueva Información