Años dulces y años amargos

Toca cierre de ciclo, amigos, como todos los diciembres decimos adiós a otro año que quedará atrás en poco tiempo y que nunca volveremos a recordar a no ser que haya ocurrido un acontecimiento importante en nuestras vidas en este 2018. A no ser que hayas perdido un ser querido, te hayas casado o hayas tenido un bebé, por poner tres ejemplos de fechas que sí recordaremos siempre. Dentro de poco habrá pasado y ni siquiera lo recordaremos nunca más y eso es lo saludable porque supondrá hacer un buen fin de ciclo, un buen cierre. Dejar partir un año con todas sus vivencias es reparador y ahí está la vida que con cada amanecer nos da la oportunidad de renovarnos, de abrirnos, de superarnos, de investigarnos y de seguir adelante.

¿Qué tal os ha ido este año? Seguro que lo habéis catalogado de bueno o malo enseguida.  Y es verdad, hay años que hubiésemos preferido no tener que pasarlos, no tener que afrontar las pruebas tan duras y amargas que nos trajeron y otros que nos han dejado un sabor dulce porque han sido leves y dichosos. También es verdad que un año es un periodo de tiempo lo suficientemente largo para que haya habido un poco de todo. ¿Podríamos ver los hechos acaecidos sin juzgarlos? Solo fueron hechos que llevan ocurriendo desde que el mundo es mundo, desde que el ser humano habita en la Tierra.

Otra cosa muy diferente son los sentimientos y las emociones que nos generaron y ahí ya se complica, entramos en tierras movedizas. El mundo emocional lo tiñe todo de diferentes colores. Os propongo un juego: observad vuestras emociones y cómo es posible afrontar los hechos que nos acontecen de muy distintas maneras. Ver nuestras emociones y vivirlas es muy saludable así como dejarlas partir. Será entonces cuando habremos hecho un ejercicio completo, nada como prestar atención y expresar. . Llorar cuando hay que llorar, reír cuando hay que reír, alegrarnos, entristecernos, enfadarnos, sobreponernos…pero siempre observarnos, darnos cuenta de lo que está pasando.

Echemos un rápido y fugaz vistazo atrás a los hechos que nos acontecieron este año, seamos conscientes de tomar la responsabilidad que nos corresponda, de integrar que no todo depende de nosotros, seamos capaces de llenar de luminosidad todo lo acontecido, quitarle importancia o dársela y aprender de ello. Mandar, en definitiva, un rayo de luz imaginario y decirle adios con todas nuestras bendiciones. Una cosa es evidente: ya pasó y nunca volverá.

¡Felices fiestas!

Por Elena Carrera

Directora Tu Nueva Información

 

Artículos Relacionados