Cuando llegan las lágrimas siempre son una bendición, las lágrimas nos liberan porque cuando se produce esa especie de descarga emocional nos quedamos tranquilos, en paz. Llorar es un lujo, es un don, un regalo que nos transforma y nos enriquece, nos da alas y nos desata esos nudos emocionales y mentales en los que esporadicamente el ser humano queda atrapado.
El llanto es como cuando llueve, tras ocurrir esa descarga, queda el olor a tierra mojada. Cuando lloramos abrimos la puerta a nuestra vulnerabilidad y al aceptarla se produce un gran cambio. Dejamos de forzarnos y esforzarnos por estar bien y por controlarlo todo. Es un dejarse caer no con brusquedad y violencia sino dejarnos caer entre algodones. Es como si las lágrimas amortiguaran nuestra caída emocional, nos arropasen y nos acunasen. Es permitirse estar tristes, aceptar y reconocer ese estado de nuestro Ser en el mundo y en ese reconocimiento hay grandeza y humildad.
Y precisamente mientras escribo esto me voy a buscar información sobre las lágrimas y he aquí mi sorpresa al encontrar esto que a continuación comparto con vosotros. Y es que hay dos clases de lágrimas: lágrimas “protectoras” que están compuestas principalmente de agua pero también contienen proteínas y una concentración de sales equivalente al que encontramos en el plasma sanguíneo. Y las lágrimas “emocionales” que en cambio contienen más proteínas así como diversas hormonas como la prolactina y la adrenocorticotropina. Éstas vienen reguladas por el sistema nervioso parasimpático a través del neurotransmisor llamado acetilcolina, el cuál uniéndose tanto a los receptores muscarínicos y nicotínicos puede dar lugar a las lágrimas.
Además, no sólo es la composición química la que cambia según el tipo de lágrimas sino la estructura molecular. Se ha descrito que el patrón de cristalización que forman las lágrimas vistas al microscopio es muy diferente según el motivo por el que estas se han originado. Esto a su vez viene dado por la diferente composición química. Incluso dentro de las lágrimas emocionales, dependiendo del motivo por el que se hayan producido (miedo, dolor, tristeza, alegría) la cristalización es distinta. Es curioso como detrás de un acto común y espontáneo hay toda una regulación de la que no somos conscientes y con una funcionalidad detrás. Es, en definitiva, un ejemplo más para maravillarnos ante nuestra biología.
Por Elena Carrera
Directora Tu Nueva Información