El ser humano tradicionalmente enciende luces para contrarrestar la oscuridad del invierno en el hemisferio norte y afronta la noche más larga del año, la del 21 de diciembre, el solsticio de invierno, emulando artificialmente al astro rey cuando está en su momento más bajo.
En muchas culturas el solsticio -que significa renovación, renacimiento- ha marcado algún tipo de iniciación que sugería un tránsito de lo material a lo espiritual y ese es el verdadero significado de estas fechas.
En nuestra tradición conmemoramos el nacimiento de Jesús a quién también se ha denominado como “la luz del mundo”.
Me viene a la memoria una petición que aseguran algunas fuentes hizo Dante Alighieri antes de morir y que fue su última frase “Más y más luz”. Me gusta pronunciarla de vez en cuando porque realmente si hay algo que pedir, un regalo global a la vez que individual, es precisamente luz. Luz para iluminar los pensamientos, las emociones y los actos de los miles de millones de seres humanos (7.000) que llevamos a cabo cada día y que repercuten en el resto.
Y por profundizar un poco más en estas fechas apelar a la luz de la conciencia que ilumina cualquier rincón oscuro del psiquismo humano que está lleno de recovecos y escondrijos inconscientes. Su único destino es revelarse tarde o temprano y hay que hacerlos visibles, coger la linterna del discernimiento y descubrirlos.
Por delante queda la tarea de ir creciendo en claridad conforme el año avance y de iluminarnos a nosotros mismos y a los demás ante el inesperado reto que la vida nos presente cada día. Así que os deseo “más y más luz” en estas bellas fiestas y muchísima más luz en todos y cada uno de los 365 días del 2014 aun por iluminar.
¡MUCHAS FELICIDADES!
Elena Carrera
@ElenaCarreraTNI