Comienza ese bendito tiempo de tranquilidad y disfrute que supone el verano para la mayor parte de las personas que están en activo. Acaba el curso para todos, no solo para la infancia y la juventud sino para los adultos que ya planean las vacaciones y por lo general aminoran el ritmo en sus ocupaciones ¡Cuánta falta nos hacen unas buenas y largas vacaciones a estas alturas del año! Al acabar junio el cuerpo, la mente y el espíritu, todo nuestro ser, nos pide descanso, calma, relax. El ego y sus exigencias habituales nos tienen muy machacados a estas alturas del año y hay que entrar en otra vibración.
Por eso esta época estival puede ser, en el mejor de los casos, el momento del encuentro con nosotros mismos y con la Naturaleza que, quienes viven en las ciudades, podrán disfrutar como un lujo aunque debería ser y sea nuestro hábitat natural. Vacaciones simplemente para mirar como agita la brisa las hojas de un árbol, ese sencillo hecho es una bendición para los ojos de los ciudadanos de las sociedades occidentales si se logra permanecer atentos a ese bello instante. Pero además parar la actividad frenética mejorará nuestro cerebro y nuestro corazón.
La quietud, la observación y el silencio son fundamentales para el buen funcionamiento de nuestro cerebro, según han demostrado ya las últimas investigaciones científicas. Está más que probado que la meditación y el yoga mejoran las conexiones entre las neuronas. Hay que dar un respiro a la mente y vaciar el cerebro. Cuando logramos hacerlo simplemente mirando una puesta de sol, ese vacío nos llena de salud el cuerpo y nos engrandece el alma. Nos sentimos bien. Estamos más cerca de esa otra dimensión que es el amor y nuestro corazón se alegra.
Vacaciones del apego a nuestro ego que nos exige cientos de cosas y nos mantiene encadenados a la cárcel de los deseos. Tiempo para estar fuera del tiempo y acercarnos a ese interior nuestro inexplorado y secreto, palacio y castillo abandonado donde habita y nos espera nuestro “niño interior”, habitualmente desatendido y olvidado. Si tienes una vida muy agitada, aprovecha el verano para encontrarte contigo mismo, vuela a tu interior y descubre ese espacio sagrado que es pleno en sí. Tu mente, tu cuerpo y tu alma te lo agradecerán.
¡Felices vacaciones!
Por Elena Carrera
Directora Tu Nueva Información